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EFEMÉRIDES

  11 DE FEBRERO 1863 -  Amadeo de Saboya abdica del trono de España.

Amadeo tuvo serias dificultades debido a la inestabilidad política española. La coalición de gobierno que había levantado Juan Prim se había fraccionado tras su muerte. La Unión Liberal, salvo Francisco Serrano y un pequeño sector, abrazó la aún expectante causa borbónica. Los progresistas se habían escindido en radicales, dirigidos por Ruiz Zorrilla, y constitucionalistas, encabezados por Sagasta.1 Hubo seis ministerios en los poco más de dos años que duró su reinado, creciendo cada vez más la abstención, Tras un intento de asesinato contra su persona el 19 de julio de 1872, Amadeo I declaraba su angustia ante las complicaciones de la política española «Ah, per Bacco, io non capisco niente. Siamo una gabbia di pazzi — No entiendo nada, esto es una jaula de locos». La situación no parecía mejorar, debido al estallido de la Tercera Guerra Carlista y del recrudecimiento de la Guerra de los Diez Años en Cuba. Además, al empezar 1873, la coalición gubernamental, presa de fuertes fricciones entre los partidos que la conformaban, se separó definitivamente, presentándose por separado a las elecciones.

La guinda la puso un conflicto entre Ruiz Zorrilla y el Cuerpo de Artilleros. El presidente había manifestado su decisión firme de disolver dicho organismo militar, bajo amenaza de dimitir, y el ejército propuso a Amadeo I que prescindiera de las Cortes y gobernara de manera autoritaria.

La tradición madrileña asegura que al mediodía del 11 de febrero de 1873 al rey Amadeo I le comunicaron su «despido» mientras esperaba su comida en el restaurante del Café de Fornos; de inmediato canceló la orden, pidió una grappa, recogió a su familia, renunció al trono y, sin esperar la autorización de los diputados (según exigía el artículo 74.4 de la Constitución de 1869), se refugió en la embajada italiana. Decía en su discurso de renuncia:

Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.

Ese mismo día, Congreso y Senado se unieron juntos a deliberar (contraviniendo el artículo 47 de la Constitución) y, a pesar de los intentos de Ruiz Zorrilla por pedir tiempo para convencer al monarca de que regresara, una alianza entre republicanos y parte de los radicales (mayoría) dio por válida la renuncia al trono y se proclamó la Primera República Española.

De regreso a Italia, Amadeo asumió el título de Duque de Aosta. Tras la muerte de su primera esposa se casó de nuevo el 11 de septiembre de 1888, en Turín, con la princesa francesa María Leticia Bonaparte (París, 20 de noviembre de 1866 – Moncalieri, 25 de octubre de 1926), con quien tuvo un hijo más: Humberto de Saboya-Aosta, I conde de Salemi (Turín, 22 de junio de 1889 – Crespano del Grappa, 19 de octubre de 1918). María Leticia era también su sobrina carnal, puesto que era hija de su hermana María Clotilde de Saboya.

  

Uno de los nietos de Amadeo, Aimón, reinaría brevemente en Croacia entre 1941 y 1943 como Tomislav II.

EL MAESTRO DE ESGRIMA (1992)

SINOPSIS Madrid 1868, una revolución, la Gloriosa, va a poner fin al reinado de Isabel II de Borbón (1843-1868), hija de Fernando VII. Son tiempos convulsos en la Villa y Corte, las conspiraciones y luchas por el poder se suceden. Don Jaime de Astarloa, el mejor maestro de esgrima de la ciudad, permanece al margen de las intrigas. Para él, sólo existe un motivo por el que merece la pena batirse: el honor. La aparición en escena de Adela Otero, bella mujer y hábil esgrimista, será la estocada final a su forma de vida. (FILMAFFINITY)